sábado, 28 de septiembre de 2013

Clavos y heridas

Cuenta la historia que había un niño con muy mal carácter. Su padre le dio un saco de clavos y le dijo que clavara uno en la cerca del jardín cada vez que perdiera la paciencia o se enfadara con alguien…

El primer día clavó 37 clavos, pero durante las siguientes semanas se esforzó en controlarse y día a día la cantidad de clavos que debía clavar disminuyó. Había descubierto que era más fácil controlarse que clavar clavos…

Finalmente, llegó un día en el que ya no necesitó clavar más clavos, y satisfecho fue a ver a su padre para decírselo…

Su padre lo felicitó pero le pidió que, a partir de ese momento, quitara un clavo por cada día que no perdiera la paciencia. Los días pasaron y finalmente el niño pudo decir a su padre que los había quitado a todos…

El padre llevó al niño hasta la cerca y le dijo: Hijo mío, te has comportado muy bien, pero mira todos los agujeros que han quedado… Esta cerca ya nunca será como antes.

Lo mismo ocurre con las personas. Cuando discutes con alguien y le dices palabras ofensivas, le dejas una herida como ésta…

(de Reflexiones para el Alma.)

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