miércoles, 23 de octubre de 2013

Realismo: por qué compararse con el prójimo no está mal

Aunque me tapo los oídos y me dan ganas de tirar el despertador cuando suena...
Gracias Dios, porque puedo oír, muchos no pueden hacerlo.

Aunque cierro los ojos al despertar, cuando el sol ilumina mi habitación...
Gracias Dios, muchos no pueden ver.

Aunque me cuesta levantarme de la cama y ponerme en pie...
Gracias Dios, que tengo fuerzas para hacerlo, otros jamás lo podrán hacer.

Aunque no estoy conforme, me quejo y estoy descontento con lo que tengo y lo que soy...
Gracias Dios, por la vida que me has regalado.

Aunque el dinero no me permita comprar los zapatos que más gustan...
Gracias Dios porque tengo pies, muchos no tienen.

Aunque me enojo con los niños cuando gritan y lo desordenan todo...
Gracias Dios que tengo familia, cuántos hay viven solos.

Aunque la comida no estuvo muy buena...
Gracias Dios porque tengo alimentos, cuántas personas padecen y mueren de hambre cada día.

Cuando tengo que pagar los impuestos, me enfado y me quejo. . .
Gracias Dios, porque puedo hacerlo, cuántos hay que no pagan, porque no tienen nada.

(del texto "Dar gracias a Dios";
de Reflexiones para el Alma.)

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