lunes, 9 de diciembre de 2013

Cuando las lluvias superan su capacidad receptiva, sobreviene la inundación. Y el agua marcha de pie y por entre los pastos, anegándolo todo. Ya es imposible detenerla. Y sólo en muy pequeña escala se la puede dirigir, porque necesariamente buscará los bajos y reiniciará su marcha ni bien logre colmarlos.

Lo único que se puede hacer es defender el reducto de las habitaciones humanas. Siempre que se haya tenido la prudencia de construirlo en lugares medianamente defendibles. Y eso se hace mediante el ALTEO. Es relativamente fácil hacerlo, si la cosa se toma con tiempo, pero es imprescindible realizarlo si no se quiere que la vida se torne imposible donde los hombres viven su intimidad. Hay que cavar alrededor del rancho, o de la casa, una zanja que la circunde totalmente. Con la tierra extraída se fortifica el borde interior a manera de parapeto. Con medio metro de zanja ancha, y el otro medio metro de tierra apisonada en forma de contención, se dispone de una muralla de un metro de altura que salvará a esa habitación humana de cualquier llegara imprevista de la inundación. Y así cada rancho quedará convertido en un pequeño castillo sitiado, con su puente elevadizo que permitirá llegar hasta él.

Pero habrá que permanecer siempre vigilante. Se pueden dar derrumbes: la tierra caída llenaría la zanja, y entonces el agua entrará sigilosamente en medio de la noche anegándolo todo. Un peludo u otro animal que huye del peligro puede socavar la defensa, y el resultado sería igualmente desastroso. También hay que controlar el piso. Para eso es bueno prepararse elevándolo un poco con arena de médano, que al humedecerse se compacta haciéndose impermeable. Y sobre todo es absolutamente necesario precaverse con lo que se consume. Porque los excusados y pozos ciegos pueden mezclar sus aguas con aquellas que se beben y entonces tendremos directamente el mal dentro de nosotros mismos.

Hay que evitar el miedo, pero conservar el temor, con calma. Las inundaciones pasarán, la vida continúa. Y la pampa queda para seguir abrigando la vida con la fecundidad de su tierra, abrevándola con la sangre de sus napas.

Frente a la inundación cultural que nos rodea y nos incomunica: ¿no sería bueno también construír alteos que defiendan la intimidad de nuestros hogares?. Ya que no está en nuestras manos el parar ni desviar el inmenso caudal que pretende anegar los valores cristianos de nuestras familias, tenemos al menos la oportunidad de construir un clima interior que nos permita vivir sanamente sin los contagios de afuera.

(Inventario de Cuentos y Recuerdos; Mamerto Menapace.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.