martes, 10 de febrero de 2015

Dar por el dar

Hoy el padre contó una historia en misa. Se trataba de un náufrago, que arriba a una isla. Extenuado se echa a dormir, y al despertar se encuentra con infinidad de manjares. Infinidad de personas le sirven como a un rey. Él se deleita, claro está. Pero al final, extrañado, comienza a meditar. ¿Dónde estoy, con quiénes? ¿En qué situación me encuentro? Ve a un viejo, alejado. Parece tener cara de saberlo todo. Se le acerca, y el viejo le dice la verdad. "Estos que ahora te sirven, pronto servirán al siguiente náufrago, e incluso te matarán". "Pide por ende, ahora que eres rey, que toda la comida y los servicios que te otorguen sean distribuidos más bien entre los más necesitados". Y así fue... dió... mientras pudo dar.

Es así mismo la vida nuestra. Nos creemos merecedores de algo. Merecedores de nuestras suertes. Por ejemplo merecedores de una buena educación. De una buena familia. De medios de subsistencia. Pero nos olvidamos de la única verdad: esa suerte, es una suerte, y una suerte inmerecida. La pudo tener... cualquiera de las personas que miramos como de reojo. Y nosotros... bien pudimos haber sido ellas. Ningún "destino" nos quiso ricos. Con alimento abundante. Con buen abrigo. Con una casa. Amigos, educación y multitud de virtudes de la "buena cuna". Es completamente inmerecida y azarosa. En dar está la verdad. Dá mientras puedas dar. Reparte tu suerte... Si tienes algo para dar: ¡esa es!.

(Te aliento...
...a que realmente
conviertas tu vida en una suerte.)
"La verdad es la humildad"
(Santa Teresa de Ávila).

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