A menudo medimos qué dar; nos preguntamos: ¿qué me queda?. Y si se trata de tiempo, peor. ¿Cuánto tiempo quedaría para mí si doy este tiempo a alguien?
Y vamos como con miedo de dar (tiempo, cosas de distinta índole) cual si fueran a acabarse. Cual si dándolos nos menguáramos, cuando en realidad sucede todo lo contrario. Dando es que somos ricos.
Nos queda la capacidad de dar; la compasión, la justicia, la equidad... ¡el sentido común!. No nos creemos mejores/ diferentes que nadie; ¡nos apuramos en dar! Expeditivos somos repartiendo nuestras suertes.
Es que la suerte es esa: darnos cuenta de que dar es la suerte. De que esos dones, no son por nada; Dios nos los dió en abundancia para poderlos dar. Y nos pedirá una estricta cuenta, eh! No mezquinemos... seamos ricos realmente.
La única riqueza
verdadera y perdurable
en la vida se llama: generosidad.
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